"Son muchos los recuerdos que atesoro de David desde que lo conocí a principios de los noventa, cuando frecuentaba el mítico local madrileño Corazón Negro: él, con su pelo de colores, nunca pasaba desapercibido.
Al cabo de unos años me lo presentó nuestra común amiga Antonia San Juan, y él, con la dulzura que le caracterizaba, me habló con entusiasmo de su nueva etapa profesional. Estaba ávido de nuevas experiencias. Desde entonces nunca ha dejado de sorprenderme, y desde entonces he podido disfrutar de su amistad y de su cariño".
Modesto Lomba