Hace más de un año que Miguel Marinero viene preparando su gran momento. En realidad, tendría que hablar de 'grandes momentos', porque mientras escribo estas líneas está inaugurando una espléndida exposición en el Museo de Artes Decorativas de Madrid, y a los pocos días hará su presentación de la colección O/I 2016-17 en la MBFWM. Mucha intensidad, sí, y una gran belleza, también. Las escolleras de hormigón del puerto de Llanes, pintadas por Agustín Ibarrola, le han servido de base para crear una colección de piezas llenas de color y de vida que juegan a ser contemporáneas a partir de su relectura de la tradición asturiana. Y para que el circulo sea perfecto, Miguel Marinero y su hijo Nicolas han trabajado básicamente con pieles de cordero español, dibujadas, cortadas, teñidas y pintadas manualmente, porque una de las obsesiones de la firma es resaltar la calidad y las enormes posibilidades de la oveja merina, ligada desde hace siglos a la historia de este país.
Todas las prendas son reversibles, trasunto de la luminosidad y la bruma asturianas, anverso y reverso, cara y cruz del paisaje astur que Marinero transforma en prendas de tonos primarios y líneas geométricas. Inés Marinero, hija de Miguel, ha comisariado la exposición con delicadeza e inteligencia, combinando de forma hábil las piezas de costura con las construcciones geométricas de Ibarrola. Y como los Marinero son una familia generosa, han abierto una colaboración con los estudiantes de la Escuela de Bellas Artes de Madrid, que han pintado bustos y murales incluso ante los ojos del público.
Pero la exposición también quiere dar un paso hacia adelante, y esa proyección de futuro está representada en los vestidos de neopreno, que hablan de una próxima presentación de la primera colección de prêt-à-porter de la firma, en donde la piel será importante, pero no la única materia prima. Miguel Marinero ya no es solamente peletero. No es que vaya a dejar de serlo, es que quiere ir más allá.